Saturday, January 22, 2005

George Bush
La tercera revolución americana
Álvaro Martín
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“ Siempre se ha dicho que George W. Bush emula a Ronald Reagan. Es mucho más claro para mí que un vínculo más profundo aún le une a Abraham Lincoln ”

El día había amanecido como los anteriores en Washington. Gris, lluvioso y gélido. El Presidente había despachado algunos asuntos antes de dirigirse al Congreso, donde también mantuvo contactos con senadores de ambos partidos. Después se encaminó a la balconada del ala Este del Capitolio donde juraría su cargo con la misma fórmula utilizada por George Washington el 30 de abril de 1789. El Presidente tomó asiento en la tribuna de oradores junto a su esposa. Continuaba lloviendo. Mary vio como su marido erguía sus 190 centímetros de estatura para aproximarse al podio desde donde se dirigiría al pueblo americano aquel 4 de marzo de 1865. En ese momento, el sol desgarró el velo de nubes y explotó en un paroxismo de luz sobre Abraham Lincoln. Lo que siguió fue la oración política más dramática y trascendental de la historia, cuarenta y un días antes de que el 16º Presidente abandonara ésta para alojarse por siempre en el corazón de los americanos por y para quienes él había salvado la Unión.

En 1861 el único contacto de un ciudadano americano con el Gobierno federal era el servicio postal. El dólar no existió hasta 1863. El ferrocarril transcontinental se ultimó en esa época. La expansión de la enseñanza superior data de entonces. EEUU fue creado por los Padres Fundadores, pero Abraham Lincoln alumbró la nación americana en una lucha titánica por la libertad, para que aquel país “concebido en libertad y dedicado a la proposición de que todos los hombres son creados iguales” “no pereciera de la faz de la tierra”. EEUU se conjugaba en plural hasta 1863. Hasta que Lincoln en Gettysburg conjuró los primeros vagidos de “un renacimiento de la libertad” para su nación.

¿Cuál era la última ratio de la Segunda Revolución Americana operada por Abraham Lincoln? En sus propias palabras de nuevo: “Al dar la libertad al esclavo, aseguramos la libertad del libre, igualmente honorables en aquello que concedemos y en aquello que preservamos”. 140 años después tenía que ser George W. Bush quien, en la alocución más emocionante y significativa de los últimos cuarenta años, fuera a afirmar lo mismo en medio de una guerra donde se dirime también “si esa nación, o cualquier nación, así concebida (en libertad) y así dedicada (a la igualdad)” puede sobrevivir.

Siempre se ha dicho que George W. Bush emula a Ronald Reagan. Es mucho más claro para mí que un vínculo más profundo aún le une a Abraham Lincoln. En agosto pasado publiqué un artículo en el diario ABC donde comparaba la situación electoral de Bush en esos días con la de Lincoln en el verano de 1864. La realidad es que los paralelismos van mucho más allá. George W. Bush inició el 20 de enero, con su Segundo Discurso Inaugural, la Tercera Revolución Americana, como Lincoln iniciara la Segunda el 1 de enero de 1863 con el Decreto de Emancipación”. EE UU es ahora, de nuevo, una potencia revolucionaria.

George W. Bush proclamó: "la supervivencia de la libertad en esta tierra depende de la supervivencia de la libertad en otras. La mejor esperanza de paz en nuestro mundo es la expansión de la libertad en todo el mundo"; es decir, la misma idea de Lincoln sobre la lucha por la libertad de los que no la tienen como forma de garantizar la nuestra. Y añadió: "Es la política de EEUU apoyar la aparición de movimientos democráticos en toda nación y cultura, con el fin último de terminar con la tiranía en el mundo". Esta idea, la destrucción de la tiranía, es tan manuifiestamente lincolniana que el Presidente Bush la citó explícitamente en su discurso: "Aquellos que niegan la libertad a otros no la merecen para sí; y, en la ley de un Dios justo, no pueden retenerla".

George W. Bush no empezó esta guerra, pero aceptó el desafío de defender la libertad (de nuevo Lincoln: "...un bando haría la guerra antes que dejar que la nación sobreviviera; el otro aceptaría la guerra antes que dejarla perecer"). Lincoln no empezó la Guerra Civil pero la aceptó para defender a la nación. Lincoln no se proponía abolir la esclavitud, sino restablecer el statu quo ante. Pero en 1862 la Guerra se convirtió en una Guerra revolucionaria de emancipación, cuando la fuerza del principio moral intersectó con la necesidad militar de quebrar las bases económicas de la potencia esclavista.

El 20 de enero de 2005, el Presidente Bush convirtió la Guerra contra el Terror, una guerra empezada por la seguridad, en una Guerra Revolucionaria de Liberación ("EEUU no fingirá que los disidentes encarcelados prefieren sus cadenas o que las mujeres desean su humillación y servidumbre...Aquellos que viven bajo la tiranía sabrán que EEUU no ignorará vuestra opresión ni excusará a vuestros opresores"). Y por la misma razón que Lincoln: la esclavitud de uno amenaza la libertad de todos.

El día había amanecido gris, con ráfagas de viento y nieve en Washington. Pero para cuando hubo abandonado la tribuna del ala este del Congreso, George W. Bush había completado una transformación lincolniana que quienes tenemos fe en la dignidad y la decencia del 43 Presidente siempre supimos que daría. Él es ahora the last, best hope of earth.